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domingo, 9 de mayo de 2010

2 - Get on your boots, kiddos

-¡Señorita!-unos cuantos asistentes corretearon a tientas hasta el origen del grito, intentando calmar a la señora. Unos cuantos tropezaron con unos cables del suelo, cayeron encima del estilista y le hicieron caer sobre la diva, que volvió a gritar del susto. Ella se rompió una de sus kilométricas uñas de plástico y él recibió un taconazo en el tórax, pero poco le importó con tal de salvar aquel adorado vestido azul. Alguien encendió una linterna, deslumbrando al estilista y a la diva. El caos reinaba alrededor.
Alguien tuvo la brillante idea de abrir la cortina que daba al escenario, iluminando la estancia con la luz de los focos. La sonrisa de la jefa duró un segundo, porque los focos se apagaron al instante. El grito de desaprobación de la multitud expectante hizo vibrar el edificio.
-Y ahora qué, darling-repitió la mujer con despecho.-Que me terminen de hacer el maquillaje y el peinado con la linterna. Los demás buscad a alguien que arregle esto.
Resultó ser un corte eléctrico en toda la ciudad, algo que no había pasado desde 1995. Con la simple excepción de que era un corte de luz del que todos estaban al corriente desde hacía meses, solo que alguien (que sería próximamente despedido sin importar en absoluto cuál fuese su cargo) se había olvidado de mencionárselo a la diva. Y nadie sabía la duración.
Claro está, los que no lo sabían vivían felices y los que sí, suponían que el dome tenía un generador propio. Algo por supuesto falso.
Con la colaboración de todos, hasta de la diva, consiguieron estar listos para la actuación a tiempo. Y cuando ya estaban todos, la diva, brillante y refulgente, los asistentes, sudados y cansadísimos, y la multitud, casi llorando, de repente, se encendieron todas las luces, interiores y exteriores.
La multitud aplaudió y la diva esbozó una leve sonrisa nerviosa, para después empezar a mandar a gritos a todos de todo.
-Get on your boots, kiddos-anunció la diva.-Vamos a romper todos los altavoces de este sitio.
Salió a escena. Todos empezaron a gritar y el edificio vibró de nuevo. La chica le dirigió una sonrisa de complicidad al estilista. Él abrió la boca para declararle su amor.
Y en ese instante exacto la luz se volvió a ir.